martes, 3 de marzo de 2020

Nuevamente
al japonés
exquisitas menudencias
que no están en Japón
dice Juan Royo
mi amigo
el invitador
viene a buscarme
a la escalinata
chez Ibrahim

¿Quedaste con tu hermana?
pregunta Ibrahim

no, con un amigo

ah van a cenar

se queda con ganas
de saber dónde
no se lo digo

Juan trae tres libros
luz en la arena
Roger Wolfe

--Este te lo traje porque sé que era amigo tuyo.
--Sí, es quien inspira un personaje principal de Hotizontal blues.
La conversación cambia. El hizo una corrección de esa novela en un borrador. Señaló un estilo más apropiado. Desde entonces ha ido creciendo. Hay en esa novela dos crímenes. Uno puede comprenderse. El protagonista narrador mata a su hermano y a su mejor amigo, el personaje que inspiró Roger. El primer asesinato es comprensible. El otro no. Hay que pensarlo y mirar por debajo de las palabras para comprenderlo. Otro personaje en la novela es el crítico José Luis García Martín, también amigo pero con menos trato íntimo en aquella época de Gijón. Este está más desvirtuado en la novela, en cuanto en la acción.
Le pregunto a Juan por su obra ambientada en la Gesta. La tiene guardada. Le sugiero dársela a Anghel y yo darle la mía. Barrio Chino me agradaría que la leyese. Un personaje está inspirado en él. Sólo inspirado. Es el más serio y sensato de todos los putos del bar Acapulco, en San Andrés. También he trabajado esta novela después de que Belén Valiente le hiciera el epílogo. Quiero que la lea e indague en una perla que recorre, de una manera un tanto extraña, toda la obra. Sólo él puede descubrir el brillo que aún le falta a esa perla. Entonces también estará lista para darla a la luz.

Primero nos sirve una camarera que tiene los dientes estropeados como yo, pero menos. Los dientes estropeados es un también un tema recurrente en Barrio Chino. 
--Yo en otra vida seguro que fui japonés --le digo. Es la comida que más bien me sienta, al alma y al cuerpo, de todas las que conozco.
Es un caballero mi amigo. No me dice: Tú no eres bobo ni nada.
Me habla de la comida tailandesa. De una fruta que apesta y cuando cagas se nota más. Habrá que ir a Tailandia a probarla. Ese viaje tengo que hacerlo. Continuar, con verdad, no con subterfugios, lo que comencé a escribir. Él también quiere volver. Instalarse allí y escribir una novela. De un enano músico que conoció, música cañera, con novias que se lo rifaban para llevarlo a dormir después de la actuación, en un lugar pequeño donde no cabía el público, que oía desde la calle...

Otro libro que me trajo es la historia de Hupalupa, contada por su hija. Una novela de la colección G21 y Yo hubiera o hubiese amado, de Felix Francisco Casanova.
--Sabía de memoria los poemas de Rimbaud.

A la salida de la casa de comida japonesa me lleva a un lugar que parece de otro tiempo. Un lugar en lo alto de Santa Cruz. Alguien abre la puerta. Dentro hay una penumbra brillante que difumina todos los rostros. No preguntar a nadie su nombre es la regla, nos dice el que abrió la puerta. Entramos. La cierra.

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