domingo, 8 de marzo de 2020

Ahora estoy más fresco de noche que de día. Eso me jode porque me descontrola el sueño. Estoy botado de día y no hago lo que debo,la compra sobre todo. Tengo que volver a recuperar un ritmo normal, y dejarme de política. Demasiada carcoma. Unos y otros.

Tener dos novelas sobre la mesa de trabajo es una insensatez. Cuando no trabajo una, trabajo la otra, pero están las dos ahí. Molestándose. Las dos tienen una zona común. La relación con la madre. Una interpretación o versión de Edipo.

Tengo que recuperar el sueño normal. Vivir de día y dormir de noche, como es natural en los animales de mi especie.

La relación con la señora Celenia me recuerda la de un pintor inglés, muy bueno, con cara de cochino --escupía sobre el lienzo y mezclaba la saliva con el óleo--, con la criada un poco boba que le hacía la comida y le limpiaba el cuartucho. Se desahogaba con ella. Cuando conoció a otra que le despertaba más pasión, ni se acordó de la criada. La dejó en banda. Ella lo echaba de menos. Cuando lo vio con la otra, murió de pena. Esto en la película. En el Tea. Juan dice que ahora están echando películas mediocres. No ha valido de mucho, en el cine del Tea, el cambio de Gobierno. En fin. Perros todos.

La rata sigue haciéndose visible y asustando. Aún no le he puesto un nombre. Si no tiene nombre no es nadie. No tiene uno derecho a hablar de nadie.

Mi amigo Jesús Zatón publica en Fb una conferencia que dio sobre Jesucristo y María Magdalena. Sigue la teoría del Código da Vinci. Me llamó la atención una cita que hizo de un evangelio apócrifo.

--Yo soy el principio y el fin, yo soy la puta y la santa, la esposa y la virgen, la silenciosa, yo soy la pronunciación de mi nombre.

Me acuerdo del muchacho que se hizo caballero, en la novela de Greal. Una de las reglas que le transmite su madre, es que no entre en conversación con nadie hasta conocer su nombre. Somos el nombre que tenemos.

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