martes, 17 de marzo de 2020

Sigue la cosa

todo pasa y todo queda...

Escribo para entretenerme. Poco tengo que decir.

He escrito demasiado.

Las dos novelas que tengo en la cuadra, dispuestas para salir a la carrera, no me disgustan. De Barrio Chino, Belén y Eduardo tienen una copia, pero ya ha sufrido algunas transformaciones. Lo más difícil, lo que aún no está resuelto, es la presencia de una perla que tiene la virtud de hacer ver lo que desconoces. Esta perla la puse en la novela casi en broma, pero ha ido tomando seriedad. La perla es el cinabrio de la novela (en la alquimia el cinabrio es un componente insignificante sin el cual no es posible lograr el oro)... Ahora me hace recordar los boliches de barro y los boliches de cristal. Antes de estos últimos hacerse comunes, en el pueblo sólo los tenía el hijo del rico, el dueño de las fincas que rodeaban el pueblo, el mismo muchacho que tenía un balón de reglamento y era muy torpe jugando a la pelota pero jugaba porque era él el que ponía el balón. Quizá a la novela le falte eso que llaman color local. Episodios que recuerdo de la infancia. Las procesiones, todo un espectáculo. Las misas en latín, la voz profunda del cura. Un chiquillo que volvía en madrugada de la pesca y con el balde con pescado se puso a golpear todas las puertas porque había visto a un fantasma. Más tarde se descubrió, según la lenguas, que era una mujer que salía de noche a visitar al querido y, para no ser reconocida, se cubría con una sábana. Hay también en mi memoria un loco que vivía en la montaña y bajó al pueblo desnudo --los chiquillos dejamos de jugar a los boliches-- porque había quemado su cabaña en el monte, y una vecina vieja le dio una toalla para cubrirse, y todo el pueblo detrás de él hasta que llegó al muelle y se tiró al agua, con ganas de ahogarse. Chachán fue quien lo salvó.

*
Hago cábalas simples. Las palabras que pueden escribirse con las letras de CORONA

RON
ANO
ORO
CORO
ARO
NO

 RON, la borrachera de multitudes el 8-M.
ANO, el protagonismo del papel higiénico.
ORO, no caigo a qué puede aplicarse en esta historia de hoy.
CORO, los aplausos de las seis de la tarde.
ARO, la forma del virus.

La mujer de Nico esta vez no aplaudió asomada a la ventana sino que salió a la puerta. Yo también. Una puerta está enfrente de otra. Al  terminar de aplaudir, clamó ¡qué bien, Jesús! y vino hacia mí y casi me abraza. Nico, desde la ventana de arriba, la paró en seco.
--¿Qué vas a hacer, Jely?
Qué hombre. No aplaude pero no deja de acechar.
--Ya desapareció la rata. Alguien se la llevó.
--Y ¿no vistes quién?
--No.

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