sábado, 25 de agosto de 2018

--Lo que hay es jarlapa. --O farlapa; no sé cómo dijo.
--¿Y qué es eso?
--Chocolate bueno. Menos cantidad pero mucho mejor.

No engaña. Coge las perras y se va a buscarlo. Regresa. Me entrega la materia prima. Hace calor. Día de calor. Bajo una de las escaleras de cemento, las barandillas de hierro hirviendo, no hay quién las toque. Imagino al dictador Trujillo quemándose las manos en una barandilla. Mandando fusilar al que puso esas barandillas. La imaginación es inocente. No hay rabia. Sólo película. Una escena de la novela de Vargas Llosa La muerte del Chivo me vino a la memoria. Un militar tiene en mal estado una parte del cuartel y el hijo de gomero y haitiana lo pone a parir. El militar no recuerdo si es uno de los que ofreció su hija al generalísimo.
Trujillo quiso volar muy alto, contra los EE UU, y cayó en picado. De su época es Rubirosa, el gran seductor. Su primera mujer, la hija del dictador. En su libro cuenta que un amigo árabe, de la juventud, le enseñó técnicas infalibles. Mujer que cogía, mujer que se rendía. En los negocios creo que fracasó. Su vida principal fueron las damas de alcurnia. Un gigoló de altos vuelos.

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