domingo, 5 de julio de 2020

Mi amiga de Charco del Pino, la escritora Pamela Álvarez (su nombre en fb) y también lectora de estas páginas, lo cual me alegra y me justifica, soñó conmigo.

Lo cuenta así:

Tocaba en la casa de Jesús y lo veía con las piernas atadas a una cuerda, boca abajo y los ojos como platos.
Gritaba y gritaba porque pensaba que se había quitado la vida, pero de repente me habló y me dijo que era una postura de yoga para aliviar la mala articulación.
Me senté en una silla que tenía cerca a recuperarme del susto y después me levanté con mi vara de caminar y le pegué un bastonazo que lo dejé loco, ¡por lo tonto! le dije y le pegué un portazo a la puerta que hizo temblar las paredes.

Así está la puerta, me la dejó que voy a tener que llamar a Hilario, para que la vuelva a ajustar. Por que me dejara a mí loco no me preocupo, un poco más de locura no creo que sea muy grave. La cosa es que sobre la mesa del comedor tengo una gruesa maroma que no sabía que hacer con ella. Lo malo es que no tengo sitio donde ponerla para amarrarme los pies y quedar como el Colgado, carta XII del Tarot que cierto tarotista relaciona con un poema de Lao Tzu:

El que sabe no habla.
El que habla no sabe.
Mantén cerrada la boca.
Cierra tus puertas.
Desafía lo cortante.
Desenmaraña los nudos.
Suaviza el resplandor.
Adáptate a tu polvo.
Esto es identificarse con el misterio.

El misterio es que mi amiga me haya conocido antes en sueño que en vigilia.


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