jueves, 2 de julio de 2020

Qué mierda. Se me interrumpió el pensamiento filosófico psiquiátrico. Me descubrió Pamela que estoy solito y me quedé llorando. Y encima no sé si el otro lector, Juan Royo, habrá tenido algún interés por indagar en esas cañerías que se cruzan (como el tubo de mierda el otro día entre el tartaguero y el cielo) y comunican entre sí la Inteligencia, el Instinto y la Intuición. Yo lo seguí meditando hoy en Ibrahim con la máquina tragaperras. Tragaperras es una palabra que no me gusta. Si la llamas así vas a perder siempre. Hay que llamarla de otra manera. Preciosa mujer, me dice el Instinto  que la llame. Y la Intuición, que hay que convertirse en el chulo de tal dama luminosa. Que devore el dinero de los clientes, de los necios jugadores, y que me lo dé a mí. Estos días le caí simpático y se le humedeció la  bandeja. En Barrio chino, recuerdo, el personaje que juega a la máquina es ben Liza. Su oponente intelectual, Jacobo Cuervo --que dejó al moro intelectualmente noqueado en Los Cristianos-- intenta inútilmente captar cómo Liza gana siempre que juega a la máquina en el bar Acapulco, San Andrés, en la avenida. Y si yo quiero saberlo, tengo que ponerme en la cabeza de ben Liza. A ver. Eso puede ser mortal. Enloquecer más que con la semilla del tártago.
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Ya mi dama no viene por casa. Tiene un pie hinchado y dificultad para andar. A media mañana --es su costumbre-- el hombre que vive con ella (supongo que castamente) sale a la calle y desaparece de la casa unas dos horas. Y como sé eso, soy yo el que voy a su casa y si tiene la puerta abierta --si no, paso de largo-- subo los pocos peldaños y entro. Hasta aquí el realismo. No entraré en el naturalismo.*

La inquietud es que el hombre vuelva cuando yo estoy dentro. Antier vino, y nada, todo correcto, y hoy también volvió de su salida, y nada, no pilló nada anormal. Dicen que no hay dos sin tres. La próxima vez tengo que mentalizarme que va entrar en el momento menos oportuno. Pues nada. Que todo el tiempo sea momento oportuno. Sí, y yo me lo creo.

En fin, toca apagar esto y seguir con el escudero Marcos de Obregón. Se da más pisto el hombre. O sea, el autor, Espinel. Y no en balde. No sólo inventó una décima que es mágica sino también la quinta cuerda en la guitarra española. También hay una guitarra en Barrio chino. Chi se la cambia a un tal HH por una chilaba. Y cuando desenvuelve la chilaba, está cagada por dentro. Esa cagada también es mágica, diabólicamente mágica.

*Siempre recuerdo la diferencia que hacía el profesor Vives --de Francés-- entre el realismo y el naturalismo. Lo hacía con un ejemplo. El realismo escribe "entro en el cuarto de baño", y no cuenta más nada. El naturalismo dice lo mismo, entró en el cuarto de baño, pero en punto y aparte o seguido sigue narrando lo que hizo allí dentro. No sé, yo he sido un naturalista fantástico. A lo mejor me cabreo y empiezo a ser un naturalista real. Y cuento, por ejemplo, hoy me levanté, hice un café y... etc. 

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