martes, 14 de julio de 2020

Quien le pudiera cantar
una copla de gorrión
a la que riega los mangos
con el agua del porrón

Hoy hace viento en mi calle
y bailan las hojas secas
y sigo aquí sin nadie
pero tengo la manteca

que me hace imaginar
tus paseos por el pueblo
y cuando vas a regar
a los frutales del huerto

Se me ensaliva la boca
y tengo una gran hambre
cuando pienso en tus pechos
con ese sostén de alambres

Y tengo celos del pato
que tus muslos picotea,
y ahora cierro la boca
y mando callar la lengua.

Llega Jely. Se para a hablar con la vecina de más arriba, una que tiene dos perritos negros, negro azabache, y abro yo la puerta y me asomo, a ver más que a oír. Un ánfora romana es la forma de Jely, y su voz es como su cintura. Talle para ser medido con tres palmos. Nicolás, que ya me tiene acechado el pensamiento, se asoma a la ventana de arriba. Y luego baja a hacerme una visita. Cuenta historias de la calle, un viejo que vivía solo y el sobrino venía a sacarle el dinero y un día se asomó a la ventana con la cara partida y gracias a él, a Nicolás, los bomberos no tiraron la puerta abajo. Y luego hablamos de lo cotidiano. Le digo que tengo que ir a sacar cita para renovar el carnet. Me dice que lo haga por internet. Le digo que ya lo intenté. Insiste. Pues nada, al final entre él y yo nos aclaramos y ya tengo cita.
--Mañana se lo cuento a Ibrahim --dice.
--Pero cuéntalo bien --le digo.
Ni yo delante lo va a contar bien. Nicolás es como el escudero Obregón. A ver si cuento la dichosa novela. Ya la terminé.

--Fuerte viento, Nicolás --le digo.

--Pon porno ahí. --Ni caso, que se vaya a ver porno en su móvil--.  Este viento no me gusta nada. A ver si se quita.

Pues parece que se quitó.

No hay comentarios: