domingo, 12 de julio de 2020

Una de las preguntas que recuerdo de la vulgaridad antigua iba dirigida a la mujer casada. Era que a quién le daba mejor de comer, si al hijo o al marido. Algunas contestaban que al hijo. estaban criando un Edipo. En el cuento de Hansel y Gretel, la bruja es un subterfugio que esconde a la figura real: la madre. Y el dedo que toca para ver si ha engordado, no hace falta decir cuál es. Asfixian a los hijos con tantos cuidados, con tantas atenciones, con tanto control...

A mi no me gustan las personas controladoras que te están diciendo a cada momento lo que es bueno y lo que es malo. ¿Tú que sabes si eres tan buena como bien te pones, y a quien pones mal es simplemente porque no has tenido el valor de ser o hacer lo que esa otra persona? Personas como tú, virtuosas, con moral para dar y tomar, necesitan encontrar a los malos para que se note bien lo buena que tú eres. No. Y además, a pesar de estar tan pendiente de uno, ni siquiera se han fijado cómo se escribe tu apellido. El mío es Castellano. Sin ese al final.

Empiezan poniéndote la ese en el nombre y siguen poniéndote ni se sabe sobre la cabeza y donde les cuadre. Y si te están elogiando, ay qué bien haces esto, qué bien lo otro, entonces sal corriendo. Caricias al conejo antes de pegarle el mortal taponazo. Así los mataban en aquellos vulgares tiempos. Supongo que ahora el homicidio animal es más mecánico. Granjas prisiones y muerte limpia.
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La señora V no ha escrito más nada. El piropo que le hice se lo tomó bien. Es una atracción en el aire, pues no he oído su voz ni sé cómo es su sudor o qué sabor tiene su saliva. Las veces que la he tenido cerca, no me he atrevido a acercarme. Me pasó como en el cuento de aquel en que un caballo no coge a la yegua por lo bella que está. Hasta que el cuidador se da cuenta, y entonces embadurna de barro a la hembra y el macho la coge y la preña. El temor a la belleza, a no intentar poseerla, me ha perjudicado en no pocos momentos de la vida.

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