viernes, 10 de julio de 2020

Otra noche más sin hembra placentera y encima perdí cinco euros en la máquina. Qué desgraciado soy. Ayer tarde vino a mi puerta la vecina galante, camisa larga, muslos al aire, con unos cuatro kilos de mangos que había recogido en Igueste. Era un regalo. Yo hubiera preferido sus muslos, abrirme paso desde las rodillas hasta la puerta de jade. No pudo ser. Tenía que bañarme porque había quedado con Juan, que ya tiene cuatro novelas inéditas. Yo sólo tengo dos, y un diario de cuando estuve en Santo Domingo con la enamorada de otro. Ese diario es muy bueno, a ver si lo encuentro. Allí está el contraste entre la mayor miseria, la mayor desgracia, y la mayor alegría, las tremendas ganas de vivir. Las hermanas y sobrinas mulatas de la enamorada de otro me enseñaron a bailar bachata. Baile sexual, sin tapujos. A quien se meta con la bachata le tiro un pedrusco. Una vez, en la guagua, el chofer quitó la bachata y puso jazz, y los pasajeros casi se lo comen. "Quita esa mielda ya." Tuvo que quitar esa mielda y poner otra vez el perico ripiao. No hay guagua ni micro, por muy destartalado que estén, que la bachata y todo eso no suene a toda pastilla.

Y hablando de la vecina, hoy fue el vecino el que me tocó en la puerta. No localiza al cámel y me pidió una china. Le di tres. El vecino es el que me hace ser educado con su mujer. Una vez evitó que se me quemara la casa o estallara la cafetera, que la dejé al fuego y salí sin llave. Pero como vuelva a aparecer otra vez la mujer con los muslos al aire, creo que me voy a olvidar de que tengo alma civilizada.

A veces no sé si mi amiga de Charco el Pino es ingenua o lo aparenta. Hace cada pregunta. Hoy aseguró que las mujeres no le miran el culo a los hombres. Al final, con mi ignorancia, voy a conocer yo más a las mujeres que ella, que es mujer.

El cordero de ayer me ha dejado fogoso. Y encima sin hembra y sin cinco euros. Qué desgraciado soy.

Ya estoy terminando con la novela de Espinel. A ver si me animo y la cuento. De una época donde no había tiempo para andar con boberías. Me recordó a una que comentó, cuando no sé quién reclamaba al presidente de México que pidiera perdón por los abusos de los conquistadores. Era de México la comentarista. "Aquellos aguerridos conquistadores son nuestros antepasados, no los de ustedes, españoles", vino a  decir.


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