lunes, 20 de julio de 2020

Toca K en la ventana. Entra,

--Esta me la dejó un amigo.

Esta me va a dejar ya despierto en vela, así que seguiré escribiendo. Ya no me quedan acrílicos para seguir con Zarot, ejemplar único sobre Lanzarote. A lo mejor es el que le tenía que haber regalado a Juan. A él la poesía no le dice mucho. Es un prosaico.

Nada, desvelado. Así que voy a Ibrahim. Luna nueva, me dijo Belén. A mí me agradan las mujeres bellas que me tienen afecto pero no me aman, porque no me dan la lata. Amar es ser latoso. A ver si dejo de amar, por lo menos un poco, porque cuando me da la vena enamorada tiendo a desquiciarme.

En Ibrahim, poca gente. El Puñaladas juega a la máquina. Nada. Ni un premio. Le mete cinco euros más. Nada. Le mete 10. Nada. Le mete 20. Nada. Se retira.

--Juega tú, Jesús, porque te la he dejado llena --y se va por la puerta para afuera, y baja la escalinata, supongo, y cruza la plaza convertida en aparcadero.

--De quién es esta bolsa.

Digo que es mía. La olvidé por la tarde. Contiene unos pantalones cortos de algodón que me regaló aquella lejana mujer que me llamaba cada vez que quería asunto, menos cuando le surgía un macho nuevo y entonces no me llamaba y si yo la llamaba me daba largas. Al final le dije nanái y la mandé al carajo. No sé si sigue allí.

La bolsa con el pantalón es porque me decidí a comprar uno nuevo, bajé a Deportes Salud y la dependienta me atendió muy bien. Salí con el nuevo, y el roto (el de algodón) lo guardé en esa bolsa, que me dieron en la tienda. Para no subir caminando, cogí la guagua y pasé por Ibrahim. Hora de la tarde en que su mujer es la que atiende el negocio. Pedí un café, saqué cigarros y los 90 céntimos restantes de cinco euros los dejé caer por la ranura. Bono. Premio tres opciones. Treinta euros. No está mal. Salgo con 25 de ganancia.   

Y esta noche, después de irse el Puñaladas, metí cinco euros. Tenía razón el forzudo hombre novio de la vecina... Me dio 40 euros. 35 de ganancias. No está mal. No sé si releer El jugador de Dostoievski. El jugador estaba enviciado en un casino, más categoría, y sus amigos eran otros escritores que se reunían en el hall de un hotel a copiarse unos a otros. La literatura se alimenta  de la literatura.

No sé por qué sacan, a Nicolás a colación. Manolo el ex empresario dice que Nicolás me hace no me acuerdo.

--Qué va --dice Ibrahim--, Jesús tiene más recorrido que él.

--No te creas --le digo--, de vez en cuando se permite tocarme los huevos.

La luna llena hace su trayectoria, supongo, en el cielo sobre las palmeras sobre el campo de fútbol. Yo hago la mía de vuelta a casa. Y aquí estoy.

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