sábado, 27 de julio de 2019

barre la linda vecina,
señora de Nicolás,
el polvo que afuera
dejaron los albañiles,
esos secretos poetas.

--Me fijé solo en Jesús porque es más guapo que tú --dijo Manuela, yo de espaldas a la máquina del dinero, el director de la agrupación musical en la mesa formica a la izquierda.
--Ay... --dijo Esteban.

Hacía tiempo que Manuela, galante mujer, estrella de la agrupación, no aparecía por Ibrahim.
Mi tocayo, el director, dice que hace tiempo le di una letra (es verdad, y hasta ahora, dos años después, no me ha dicho nada de la letra.
--ES preciosa. Estoy buscando la inspiración para saber la música que tengo que ponerle. Tú este año tienes que venir a cantar a la Agrupación.
--Si me metes en el coro puede ser.

Recordé cuando a los doce años iba al catecismo (iglesia de Fátima, barrio de Salamanca). Me gustaba. Hacíamos excursiones. Había rifas. Yo me saqué un balandro de juguete. Lo que no me saqué fue el amor de una rubia preciosa. Como me hacía caso normal, no el que yo quería, una vez cuando fue a sentarse le quité la silla y se deslomó contra el suelo. Me expulsaron. Pero recordaba el catecismo por el grupo musical. Me hicieron una prueba. Se echaron manos a la cabeza.
--En el coro, si canta bajito, no desentona del todo --dijo un responsable.
--Vale, lo ponemos en el coro pero que sólo mueva los labios --dijo otro.

No está en la calle limpia
del sábado por la tarde
sentada a la sombra del nogal
la vieja enamorada.

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