lunes, 22 de julio de 2019

Después del carnaval (impresionismo) viene la cuaresma (construcción). Esto más o menos escribe Eugenio d'Ors en un libro que tiene sobre Cezanne. Me ha venido como anillo.

"Cualquier constructor es fiel a la razón; aspira a un arte completamente intelectual, porque siente su alma fatigada y ya asqueada de sensualidad" -y continúa--: No ya representación, como en el realismo; no ya sugestión, como en el impresionismo; en vez de representación, en vez de sugestión, una definición... Y una definición de este género no puede contentarse con la apariencia unilateral de un objeto; más bien trata de enriquecer la percepción con todos los elementos del recuerdo". Y varias líneas más adelante: "En pintura, si se quiere reproducir el objeto, es necesario recurrir a una enumeración simultánea. De esta contradicción entre las fatalidades del arte y el impulso del deseo nace la tortura y la lucha en los pintores contemporáneos.* Lucha y tortura que los empuja de continuo a nuevos ensayos, porque saben que la misión del artista no está en el placer, sino en la perfección, ... no son epicúreos, sino estoicos.
"Un estoico en la vida moral; en su arte, un barroco que termina en dórico; tal es la doble definición de Cézanne."

Saltando la cita, en relación con la primera línea, después del pecado viene la penitencia. Fui un poco borde con Alicia (del Club donde sólo se admiten caballeros). "Tú eres un caballero, Jesús, por eso estás en nuestro club", escribió en el wasap del grupo. "Yo soy un villano infiltrado", le contesté, y no tenía que haberlo hecho. Mal hecho. Aunque ya no soy un jabato, Alicia físicamente es más débil que yo. A una persona débil es menos indigno darle una nalgada que una palabra de más.
Todo por la novela La Tregua (Benedetti). Una vez una amiga --¿dónde estará ahora?-- me prestó otra novela de ese autor. Me la llevé a Santa Bárbara** cuando tuve que cumplir una condena de arresto domiciliario. En aquella casa, en aquella tierra germinó y creció Barrio Chino. En la novela no puse muy bien aquella obra de Benedetti. La tregua la leí con mejor agrado hasta la mitad. A partir de ahí --parecido a lo que Eduardo García Rojas dejó anotado sobre El cuervo***-- la novela se defondó. Hice esfuerzo de lectura, cosa que no me gusta para a veces es provechoso. El recuerdo de la lectura está desprovisto de la pesadez de la novela. La pesadez de leer ya ha pasado. El recuerdo hace un resumen más provechoso y liviano. Siao Ling, que defiende La tregua por entero, me acabó de convencer. Tal cómo ella la contó, ayer en el almuerzo, es una obra atractiva, sin tópicos ni trucos malamente logrados.


*El libro de Eugenio d´Ors, muy bien editado (en el reverso de la portada un sello de Librería Goya) no tiene fecha de edición ni editorial, no tiene página de... ¿cómo se llama eso que es a cuerpo 8? Yo lo encontré en la Casa de la Cultura. La gente deja libros allí para que otros se los lleven. (La dificultad es que algunos de los más valiosos --en edición y obra en sí-- tienen pulgas o algún bichito microscópico.)

**Tengo que aprender a decir este nombre sin que la tempestad me revuelva.

***Rojas elogió El cuervo hasta la mitad. Lo otro le pareció añadidura, vanidad del autor. Y tuvo razón. No estoy yo para una segunda edición. Pero si se hiciera, esa novela acabaría cuando a los recogedores les llegan las anunciadas furgonetas. Lo otro quitarlo todo.

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