jueves, 27 de mayo de 2021

a trancas y barrancas

 Qué más da si el gran poeta le dijo a la poeta menor que a él le gustaban las poetas menores que eran putas. Como si se quiere meter el dedo en el culo. Lo de ser invitado para que luego digan que tú no pagas nada, no es grato, no mucho por lo menos. Evito maldecir, porque si maldigo se cumple la maldición. Me temo que estoy cayendo de nuevo en el surrealismo juvenil, después de desterrarlo a galeras. Pos bueno, es lo que hay. Y decir idioteces. Qué le importa a nadie a quién tú amas o dejas de amar. ¿Lo dijiste? Pues jódete si ahora lo dicen. Tú también dices tonterías. En vez de escupirlas, las dices. Pues jódete o rómpete la cabeza contra la platanera. Perro mundo. Es hora de ir borrando. Borrarlo todo. Y deja de leer a nadie. Ya nadie vale la pena. O babean o se repiten. En la calle los tórtolos llaman a las tórtolas. 

Y la casa sin barrer. Mayo se va con su eclipse a cuestas. Junio será lo mismo. Quizá más calor. 

*

Si la palabra perro

ni ladra ni muerde

ni corre por la tierra

hurgando en los cardones,

¿para qué la quiero?

*

--¿Te traigo eso?

Las palabras son como las pollas. Cuando desfallecen, sólo las levanta la química. Si no está adulterada ni caducada. Y mejor no leas las contraindicaciones.

Nguyen me dice que un poeta vietnamita me va a escribir una carta. Tengo aquí un libro suyo traducido por ella. Algo similar dice esa obra: si las palabras pierden la vibración esencial, se derrumban, quedan en sonidos vacíos. Quizá sean el cepo ideal para envenenar ratas de alcantarilla. Enviárles esas palabras mojadas para que se las coman y revienten. Es la manera de cazar al ladrón o matar al asesino. Sale en las películas. El anzuelo que cubre a la sabrosa lombriz, acaba con el pez. Ahora no son anzuelos. No dejan pescar. Ahora son rebaños y manadas de plásticos. Nos entretenemos sobre qué oficio es menos degradante o más honroso, y perdemos de vista lo que nos está amenazando, destruyendo. Llevamos tiempo en ello. En destruir la tierra con veneno. Pero ya el veneno es demasiado. Los vendedores de veneno y basura serán los más ricos. A la rica basura envuelta en papel de celofán. O peor aún, mezclada con pasteles. La mitad porquería y la mitad crema. Como lo que traerá ahora el tocayo que tocó a la ventana. 

Nicolás orgulloso esta tarde porque el corte que le hizo al rosal ha dado cuatro retoños. Tan mal me veo que ni siquiera disfruté del rosal. A Nguyen le dije que me estaba haciendo falta un baño en el mar. El otro día con Juan e Ignacio estuve al lado, un mar vivo, intenso (las cabrillas no tanto) pero no pudo ser. 

Me llama mi hermana para avisarme que hacen dentro de unos días una tertulia para hablar de Panza de burro, pequeña gran novela de Blanca Andreu. Va una que conoce Juan y otro que es un colega con apellido de altos vuelos, alta burguesía. Ya lo dijo Gauguin, la lucha obrera está bien pero quienes enriquecen a los artistas son los poderosos. No hay más fortuna, A no ser la espiritual, pero esta prefiero que se vaya un rato, que me deje vivir con mejor tino. Supongo.

--Si tienes que tirar a tu madre por un balcón para escribir algo bueno, eso es lo que tienes que hacer, esa es la moral del escritor --dijo no sé si fue Faulkner. Si tienes que contar lo que dijo Ignacio en Don Olegario, hazlo. Merece la pena. Pero en fin, tendrá sus velos. Y se pondrá a danzar hasta quedar desnudo. El escrito. 

*

Armas Marcelo escribe sobre el libro de cuentos de Agustín Díaz Pacheco. Dice que es un buen escritor porque sus frases son largas.   


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