sábado, 8 de mayo de 2021

 Si te enrabietas contra quien te tendió la trampa, te es más complicado salir de ella. Tienes el pensamiento en la rabia y no en descubrir el fallo del artilugio y salir de él. Sin embargo la peor trampa es la que uno se tiende a sí mismo. Entonces la rabia va contra tu propia idiotez y no te deja vivir.

Mi cabeza sabe que tengo que dejar a Cenicienta y a Blancanieves. Son tóxicas, por lo menos para mí. 

Yo también soy tóxico. Me hundo en la tristeza y no espabilo. 

Ganas de dejarlo todo. Dejar de pensar, dejar de leer... y mirar más el cielo, respirar hondo, limpiar la casa de todo lo que no me sirve sino que se amontona, y una vez sacado todo, sacarme a mí también y salir de aquí. 

La obra que he escrito, publicada o inédita, también me perturba. No me aporta sino peso y zozobra.

Mal vamos cuando sabes que el peor enemigo es uno mismo, y en vez de poner remedio, retirarte de las guerras que has organizado, te ves atrapado en ellas, y encima de la parte del vencido. Lamentando la derrota y compadeciéndote.

Noche de walpurgis. El baile es tétrico. Me quedan dos cigarrillos y la blanca novia se desvanece. La aparente belleza se diluye y sus huesos se pudren en mis huesos. Hace tiempo que no toco el mar. Mucho tiempo.

Bueno, Chito, enciende el desumificador, ponte un vaso de buen vino y cuenta la vida, que es lo único que mal o bien sabes hacer. Ya amanecerá. Siempre amanece. 

El sábado por la mañana bajé a la librería de libros viejos y usados que está cerca de la recova. Cerrada. Pensaba pillar allí una Biblia que hojeé el otro día. Una atractiva traducción y más manejable que la que tengo, un tocho que me regaló Carmen, vaticano, lleno de notas y cursivas. 

La literatura que me interesa tiene dos fuentes. La Biblia y el Libro de las noches. Los cuentos que libraron a Sherezade  de morir después de que el califa la gozase. Pienso en la traducción de cuentos de la plaza de Marrakech que hizo Juan Royos. Llevan inéditos demasiados años.

La librería estaba cerrada. Sábados cerrado. No pasé por la recova. Bajé la escalera del puente Serrador y volví al barrio en la 909.

y... bah, hay días en que uno no aprecia casi nada. Tal vez que no haya frío ni humedad. Es suficiente.

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