lunes, 3 de mayo de 2021

Tragedia de flor de vidrio

 Llegó el momento de entrar en Tragedia de flor de vidrio o destrucción del paredón de Alejandría

Thánatos dominó El don de Vorace. Eros domina en la flor de vidrio.

Bien abrigado y oculto en el orgullo de la cresta de la higuera frondosa de Benjamín Trujillo, que colgaba para dentro del patio de Hortensia Évora, Venancio Tarifa vio que la mujer había tendido no hacía mucho rato, fuera de hora, un baño de ropa húmeda en la liña y que se mantenía despierta dentro del  cuarto, alumbrada con un hilo de luz disimulada, a la espera de una sorpresa.

Este es el pórtico, la entrada, el primer párrafo de la novela de Ignacio Gaspar. 

Me hace recordar la primera escena de La Regenta (la novela de Clarín). El sacerdote, desde lo alto del campanario, viendo con un catalejo la ventana del dormitorio de Ana Ozores. Sospecho que Venancio Tarifa está en las antípodas de aquel magistral taimado, impotente y comido por su madre.

En el segundo párrafo observo que Venancio Tarifa no pierde el tiempo en la higuera sino que se desliza hacia el patio de Hortensia Évora. El ruido del gajo de la higuera despierta a la mujer, que se pregunta quién ha podido entrar en el patio, y con qué pretexto.

Cierro esto y sigo leyendo. Son 103 páginas. Otra vez el arcano de las transformaciones. En lengua vulgar, borrón y cuenta nueva. Hay que caminar despacio, como despacio y seguro se acercó Venancio Tarifa a la orilla del poyo donde había quedado olvidada  y servida la taza de leche fresca, en la página 13.   


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