sábado, 29 de mayo de 2021

Sábado y la luna bajando

 Si lo dijese yo sería una tontería, pero lo dijo Pascal: sólo hay dos pasiones que valen la pena, el amor y la ambición. El francés añadió que, sin embargo, son incompatibles; y aconseja servir al amor mientras dura dura y a la ambición cuando ya afloja la herramienta del amor. Es decir, amor en la juventud y ambición en la madurez. Salvo gente superior, que sabe lidiar con carretas y carretones. Como mi amigo Juan. Me lee y me manda un wasap:

Pon que pagaste las copas, y que yo no pagué nada.

Vamos a ver, la verdad nos condena pero hay que decirla. Ignacio pagó el pescado, el blanco y el moreno, el escaldón de gofio, el litro de vino, las cañas iniciales y el tiramisú del postre. Y luego en el Tip Top, frente a la casa Elder, el editor --que es quien debe siempre pagar-- se fue, y se fue la bella, y como la ninfa surgida a última hora no tenía ojos sino para Juan, me fui yo. Y no sé si pagó él o ella. 

Ayer le dije a Nicolás que los personajes tenían que tener un nombre y un apellido. Como en las novelas de Ignacio. Abrí Baile de Tapados para robarle el nombre y apellido de un personaje y que llamara así a su escribidor de cartas que no llegan:

En la carrera de mujeres ... en el tanque de la Jurada, cada una para sí ... se preguntaron ... quién ... había hecho el encargo a Milagro Guillén de arrimar el bracero encendido a la esquina de la sala de Antonio Alonso ...

--No, nada de copiar. El nombre lo tenemos que poner nosotros --dijo Nicolás.

No sé qué más va a pasar con Pablo Mendoza porque hoy Nicolás se emborrachó y está durmiendo la mona. Bueno, total, para lo que vamos a ganar con la novela del emigrante escritor de cartas... 

Hoy sale una crítica, sobre El delator, en El Día. Insiste en la falta de ética del autor. Una persona honorable convertida en personaje villano no ha sido plato de gusto en algunos círculos. ¿Qué pudo haber delatado Domingo Pérez Minik? Por lo que se ve, nada. Ni el autor lo sabe. Aunque fuese ficción, tenía que haber delatado algo decisivo, importante. Y a Óscar Domínguez lo pone como un loquinario exaltado. Cita a Ernesto Sábato, que habla de Domínguez en Informe sobre ciego. No cita lo que ahí cuenta Sábato: que el pintor acudía con una de sus modelos a follar delante del marido de ella, paralítico. García Ramos divaga, vaguedades. E incluso a López Torres parece estar salvándolo porque no era un estudiado con títulos académicos. En fin, hay delator para rato. Este mérito tiene esa mediana novela, que no ha tenido en cuenta la visión, sobre el delator como arquetipo, ni de Borges ni de Thomas de Quincey. 

--Me gustan los jardines donde no se nota la mano del jardinero, los jardines y los poemas --dice Martín.

Ayer en youtube oí una conferencia de Victoria Cirlot sobre Hildegard de Binge (religiosa visionaria del siglo XII) y el surrealismo. Destacaba a Óscar Domínguez, el más grande de los surrealistas, que con sus decalcomanías recuperó la lección de Leonardo  da Vinci. Los muros hablan.


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